¿Quién no ha soñado alguna vez con escuchar la Marcha Radetzky en vivo y en directo y aplaudir al son de las indicaciones del director de orquesta y brindar con todos los asistentes al popular Concierto de Año Nuevo por un Año Nuevo repleto de salud y paz para todos? A mí, desde luego, me encantaría, y me parece que no hay mejor manera de empezar el año que con una buena dosis de la mejor música clásica como la que nos regala este concierto, que se ha ganado fama a nivel mundial. Aunque ahora me toca bajar de las nubes y asumir que este año también terminaré viéndolo medio resacosa desde el sofá de casa. ¡Y tan a gustito!
Pero como ya queda muy poquito para el Concierto de Año Nuevo, un clásico entre los clásicos, te quiero hablar un poquito de este magnífico y famoso concierto y de la Musikverein, el fabuloso auditorio de Viena donde tiene lugar dicho concierto. Todos los años, la mañana del 1 de enero, somos muchos los que nos quedamos pegados al televisor para escuchar el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, retransmitido en directo desde la Sala Dorada de la Musikverein. Este concierto tiene una audiencia estimada de mil millones de personas en más de 90 países. Unas cifras de escándalo, ¿no te parece? No en vano es el concierto más renombrado del mundo. Eso sí, para ser uno de los afortunados que asista al concierto en vivo y en directo hace falta tener un golpe de suerte, ya que las entradas, dada la altísima demanda, se sortean.
Las piezas elegidas para este concierto son, en su mayoría, de la familia Strauss —Johann Strauss (padre), Johann Strauss (hijo), Josef Strauss y Eduard Strauss— y sus contemporáneos. Y como te podrás imaginar, el programa musical reúne las mejores composiciones de cada uno. En la Sala Dorada de la Musikverein resuena la música más vienesa jamás escrita, desde el vals hasta la polca, interpretada con artístico esmero por los músicos integrantes de la Orquesta Filarmónica de Viena, en la cúspide de las orquestas internacionales. Sus directores también se incluyen entre los mejores del mundo. Cada año, un director diferente es invitado para dirigir la orquesta, siendo algunos de ellos Zubin Mehta (2015), Mariss Jansons (2016) o Gustavo Dudamel (elegido para la edición de 2017).
Aunque durante el siglo XIX la Filarmónica de Viena ya había interpretado obras de Johann Strauss hijo en vida del autor, el auténtico origen del Concierto de Año Nuevo se sitúa en 1929, cuando Clement Krauss empezó a dirigir conciertos cuyo repertorio se centraba exclusivamente en el repertorio de valses y marchas de la dinastía de los Strauss, especialmente de Johann Strauss hijo, el llamado Rey del Vals.
Sin embargo, fue en 1939, año en que el concierto se celebró el 31 de diciembre, cuando el evento empezó a adquirir una importancia simbólica, ya que las alegres y a la vez profundas piezas de la saga austríaca de los Strauss levantaban el ánimo a los asistentes, al mismo tiempo que subrayaban su orgullo nacional.
Los conciertos, que se empezaron a celebrar el 1 de enero en el año 1941, continuaron siendo un punto de referencia para los vieneses durante toda la Segunda Guerra Mundial, y empezaron a ser llamados “Concierto de Año Nuevo” en 1946. Aun así, el período de guerra fue un tanto convulso y la celebración de este concierto se suspendió en 1945 debido al deterioro de la estructura de la Musikverein por los ataques aéreos de las fuerzas aliadas. Esta ha sido la única interrupción a lo largo de toda la historia del Concierto de Año Nuevo. Su gran impulsor, Clement Krauss, siguió dirigiendo la orquesta hasta su muerte en 1954. Luego le relevó Bosvoksvy hasta 1979 y a este, a su vez, le sucedió Lorin Maazel hasta 1986, tras lo cual se decidió invitar a un director distinto cada año, algo que definitivamente ha añadido un plus de atractivo al concierto.
Como ya he mencionado, el concierto tiene lugar en la Musikverein, el centro del clasicismo vienés para los amantes de la música. La Gran Sala, también conocida como la Sala Dorada, es una de las más hermosas y profusamente decoradas de todo Viena. Y no se limita a ser una de las más bonitas, sino que además dispone de una magnífica acústica y tiene una capacidad para más de 2.000 personas, 1.744 sentadas y 300 de pie. Pilares, cariátides y frontones en relieve dan fuerza a la idea de que este lugar es un templo construido para venerar la música. Para el Concierto de Año Nuevo, la sala de conciertos se decora con magníficos detalles florales, que a su vez son un regalo anual de la ciudad de San Remo, en Italia.
El concierto siempre termina con varios bises al término del programa principal. Los músicos entonces desean colectivamente un feliz Año Nuevo, y terminan con el vals de El Danubio Azul de Johann Strauss (hijo), seguido de la Marcha Radetzky (composición orquestal escrita en 1848 por Johann Strauss padre). Durante esta última obra, la audiencia aplaude al compás y el director se vuelve para dirigir al público, durante breves instantes, en lugar de dirigir a la orquesta.
Yo de tí ya empezaría a ensayar… así que te dejo con un fragmento de la Marcha Radetzky en el concierto del año pasado. 🙂 ¡Feliz y musical año!