Bien podría ser el titular, pero no: las hordas son de turistas. Y desde hace tiempo el Ayuntamiento de la ciudad está tomando decisiones para, por un lado, proteger la ciudad y, por otro, cuidar de sus habitantes.
Cada año millones y millones de turistas visitan Venecia, una ciudad que, ya de por sí, ya está delicadita. Seguro que estáis al tanto de los estudios que sostienen que Venecia se hunde. El último informe realizado por el Instituto de Oceanografía de California asegura que son unos 2 milímetros al año.
Pues bien, en una ciudad de poco más de 50.000 habitantes, el año pasado la llegaron a visitar más de 33 millones de personas, que pasan de media algo más de dos noches. El resultado es que Venecia está siempre hasta los topes de turistas.
Una de las acciones que ha decidido aplicar el Ayuntamiento por ejemplo será un acceso prioritario al vaporetto para sus residentes y que puedan tomar el barco para trasladarse de un punto a otro en la ciudad sin tener que competir con los montones de turistas.
En las interminables colas de las paradas más frecuentadas, habrá dos filas diferenciadas cual marcador de fútbol: una para los locales y otra para visitantes. Además, si tienen el certificado de residente podrán adquirir el Venezia Unica Oro, con la que el trayecto les saldrá por 1,50 €, frente a los 7,50 € que actualmente paga todo el mundo.
Esta medida se aplicará ya el próximo junio de 2017.
En declaraciones al diario italiano La Repubblica, el alcalde Luigi Brugnaro señaló que se trata de un modo “de salvar la ciudad y convertirla en más habitable“.
Y es que la ciudad de los canales pierde población a un ritmo trepidante. Sólo en una ocasión Venecia ha sufrido un descenso de población comparable al actual: fue durante la peste bubónica de 1630. Jorrrrr…
Los vecinos han empezado a movilizarse y han creado varias plataformas (venessia.com, We are here Venice) para protegerse de la nueva pandemia que es la masificación turística. Entre sus quejas… están hartos de que cierren una ferretería o una panadería y tengas que recorrerte media ciudad para encontrar una, eso sí, en su camino se toparan con 50 tiendas de máscaras de carnaval. O más. También los jóvenes se han involucrado, hay plataformas como Generación 90, porque no nos olvidemos de que Venecia, aún hoy, es una ciudad universitaria.
Un dato tan curioso como significativo: en la farmacia Morelli, situada en el Campo de San Bartolomeo y cerquita del Puente de Rialto, han colocado un contador en el escaparate que indica el número de habitantes que vive en el centro histórico de Venecia. Cada semana actualizan los datos y siempre, irremediablemente, tienden a la baja.
La última vez que fui a Venecia el contador marcaba 54.912. Nada que ver con la población que tenía hace poco más de seis décadas, en 1951, cuando llegaba a 174.808 habitantes. Lógicamente algunos fallecieron, pero muchos otros recogieron sus bártulos y se fueron. Porque cada vez son más quienes piensan que en Venecia no hay quien viva.
No es solo que haya que abrirse paso entre la multitud y sus maletas con ruedas para avanzar por las estrechas calles. Es que los expertos más alarmistas pronostican que de seguir así, la ciudad puede acabar sumergida antes de que acabe el siglo.
Se contempla, por ejemplo también, la necesidad de establecer un máximo de visitantes diarios a las zonas con mayor masificación como la Plaza de San Marcos o el Puente de Rialto, que ya han sufrido varias restauraciones tras años de grietas y derrumbes.
Una serie de acciones que también responden al tirón de orejas que les hicieron en la última asamblea de la Unesco en Estambul. Por la falta de una estrategia para controlar el turismo, el descontrolado y caótico tráfico del Gran Canal, las alteraciones de construcción en la Laguna, con la posible creación denuevos canales para el tráfico comercial y de gigantescos cruceros. Y cómo no, el Proyecto Moisés, la gran obra que prometía salvar Venecia de las mareas altas y que actualmente se está investigado por presunta corrupción.
Con todo esto, la Unesco advirtió de que Venecia -Patrimonio de la Humanidad desde 1987- se podría unir a la lista de sitios en peligro como Damasco y Alepo, en Siria, o la basílica de la Natividad, en Jerusalén.
Ultimátum a … a Venecia.