
Si te hablo de Sevilla, decirte que tiene un color especial te sonará a topicazo. Y lo es, para qué negarlo. Pero no podrás negarte a cantar la pegadiza melodía una y otra vez cuando pongas un pie en la capital hispalense y seas testigo de esa luz que destila.
De todas formas, en el post de hoy no quiero hablar de tópicos, sino más bien todo lo contrario. Por hoy voy a dejar de lado la Torre del Oro, la Giralda y hasta el Real Alcázar de Sevilla. No porque no sean merecedores de una visita, que lo son, sino porque estoy segura que todos estos lugares ya están en tu lista de imprescindibles en Sevilla. Pero, sin embargo, es muy probable que en tu lista no figure el nombre del Monasterio de Santa Paula, uno de los diamantes en bruto de la ciudad del Guadalquivir.
En el poco transitado barrio de San Julián se encuentra uno de los secretos mejor guardados de Sevilla. Fundado en 1473, el Monasterio de Santa Paula es aún hoy en día un pozo de cultura, historia y arte desconocido para los mismos sevillanos, que deambulan a diario alrededor de sus altos y deteriorados muros sin saber lo que se esconde detrás de ellos. Adaptarse a sus complicados horarios de apertura (de 10 a 13 h, de martes a domingo) vale la pena. Se trata de un convento de la orden de los Jerónimos donde una comunidad de 27 monjas de clausura administra un patrimonio artístico de incalculable valor, por no mencionar la iglesia del siglo XV y el jardín del convento.
Accederás al monasterio por una de las dos puertas que dan a la calle con el mismo nombre y, aunque la entrada solía ser gratuita, actualmente se ha establecido un donativo simbólico de 3€ en concepto de entrada para el mantenimiento del museo del convento. No deberías perderte bajo ningún concepto la impresionante iglesia terminada en 1504, donde podrás ver obras del escultor castellano Martínez Montañés o el ceramista Niculoso Pissano (entre muchos otros artistas). Pero si hay algo por lo que destaca este convento es por su espectacular museo, que atesora piezas singulares del barroco sevillano y de otras partes del mundo. Pide a una hermana que te señale las pinturas de Morales y José de Ribera. Y antes de irte no olvides darte una vuelta por el fabuloso claustro. Es una auténtica maravilla. Aunque para maravillosos, los dulces artesanales que preparan estas monjitas. No olvides llevarte alguno de sus deliciosos dulces, como las galletas, las confituras y las jaleas (las de jazmín y azahar están riquísimas). Permítete esta dulce tentación. Te aseguro que es un placer celestial.