
De visitar los Museos Capitolinos, lo más probable es que, tras subir la escalinata central custodiada por las esculturas de los Dioscuros (Cástor y Pólux) y encontrarte en plena Piazza del Campodiglio, tu mirada e incluso tu objetivo se centre, no solo en el maravilloso suelo obra del gran Miguel Ángel, sino hacia la escultura ecuestre del Emperador Marco Aurelio. Cierto es que te encuentras delante de una copia de la estatua, pero la preservación de la real tiene bastante sentido si nos ponemos en la situación más catastrofista y somos bastante supersticiosos, dado que desde hace más de mil años la escultura arrastra una de las profecías más sonadas de toda la ciudad.
Seguro que te preguntas qué tipo de profecía puede hacer que te replantees el dejar o no expuesta una escultura, pero si el Emperador Marco Aurelio de bronce sigue existiendo hoy en día es, ni más ni menos, por el miedo que ésta despertó en la Edad Media ante la tesitura de fundirla o mantenerla. La profecía reza lo siguiente: Si el dorado que cubre la escultura (mínimo actualmente debido a las inclemencias del tiempo y el paso de los años) vuelve a cubrirla, Roma volverá a dominar el mundo, por el contrario, si el dorado desaparece por completo el mundo acabará.
No sé si tú, viajero, eres muy supersticioso, pero yo también me hubiese planteado seriamente el creer en la profecía, el fin del mundo no es que suene muy bien como destino tras fundir una estatua.