
Bernini es uno de los grandes artistas barrocos de la historia y, tras su muerte, muchas de las obras que ya en su día le dieron el renombre del que disfrutó durante sus últimos años de vida, han seguido demostrando por generaciones el porqué ha sido considerado por muchos genio y dueño del Bel Composto (concepto utilizado para referirse a la fusión de arquitectura, escultura y pintura en una misma obra).
Una de las obras que marcó un antes y un después en la percepción de Bernini como grande entre los grandes, como ya te comentamos en este post hace unos meses, es la del Éxtasis de Santa Teresa. Es una obra maravillosa de la que muchos visitantes se quedan enamorados, pero pocos saben, que años después, entre 1671 y 1674, Bernini esculpió otra obra que puedes encontrar también en Roma y que evoca el éxtasis de una entregada al Señor: el Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni.
Esta obra se localiza en la Capilla Altieri de la Iglesia San Francesco a Ripa, dónde también se encuentra el sepulcro de la beata que inspiró al autor, la noble romana Ludovica Albertoni, que alegó haber tenido experiencias místicas y cercanas al éxtasis en más de una ocasión tras haber enviudado e ingresar en la Orden de los Franciscanos para dedicarse en cuerpo y alma a ayudar a los más desfavorecidos.
Esta obra se localiza en la Capilla Altieri de la Iglesia San Francesco a Ripa, dónde también se encuentra el sepulcro de la beata que inspiró al autor, la noble romana Ludovica Albertoni, que alegó haber tenido experiencias místicas y cercanas al éxtasis en más de una ocasión tras haber enviudado e ingresado en la Orden de los Franciscanos para dedicarse en cuerpo y alma a ayudar a los más desfavorecidos.
Bernini nos presenta una escultura con un único punto de vista frontal, en el que todos los detalles de la capilla evocan a un todo. El lienzo de La Virgen y el Niño de Giovanni Battista Gaulli, los motivos dorados en relieve, la paloma que representa al Espíritu Santo e incluso los ángeles de estuco que velan por el alma de la beata, están destinados para resaltar la escultura de mármol blanco. Una gran particularidad, es el uso de Bernini de las luces y las sombras, ayudado por la luz que entra por la claraboya lateral, el rostro refleja mucho más dramatismo, e incluso jugando con la teatralidad de las formas logra evocarnos a esos últimos minutos de la vida de Ludovica, agónicos y extasiantes, antes de su encuentro inminente con el Señor.