
La iglesia de Saint-Séverin es un ejemplo perfecto del estilo gótico flamígero parisino que, desgraciadamente, suele pasar desapercibida por el turista que queda eclipsado por la Catedral de Notre Dame. De hecho, están a unos 300 metros una de otra. Muy, muy cerca, sí.
El nombre de Saint-Séverin viene de un ermitaño que vivió en la zona en el siglo VI, conocido como Severino el Solitario y tuvo aquí un oratorio. La iglesia original tuvo que ser reconstruida hacia 1495 y tiene varias particularidades que la hacen muy especial. La más llamativa es la ingeniosa construcción de su doble deambulatorio, en el que se alza un magnífico y archifotografiado palmeral de piedra.

Sin ninguna duda, merece la pena admirar el edificio tanto el exterior como su interior. La torre campanario, del año 1250 conserva en su interior una de las campanas más antiguas de París, jorajada en 1412. En el interior, no puedes perderte el coro de la iglesia, reconstruido en el siglo XVII y en el centro del deambulatorio se encuentra el pilar torcido o salomónico, alrededor del cual se enroscan las catorce nervaduras del arco del ábside. Sin duda, un espectáculo arquitectónico.

Además, posee grandes joyas de la pintura, como una Crucifixión de Bruegel el Viejo, situada em la sacristía. Y también preciosas vidrieras que datan del XIV en adelante y hasta un órgano con gran fama. Por todo esto y más, es una de las más de 100 locuciones que se incluyen en la audioguía de París, claro.
Como puedes ver, esta iglesia es una verdadera joya. No la dejes de visitar cuando estés en París. Por nada.
Además, un secreto de viajero: muy cerca de aquí, en el 22 de la Rue de Saint-Séverin podrás sorprenderte con una de las casas más estrechas de todo París, donde vivió el escritor francés Abate Prévost.