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Dulce Lisboa

July 11, 2016

De París, sus baguettes. De Viena, la tarta Sacher. De Florencia, los helados. Y de Lisboa, los pastéis de Belém.

No hay dulce más típico de Lisboa que estas tartaletas hojaldradas (de unos 10 cm de diámetro) rellenas de crema, espolvoreadas con azúcar glas y canela. Por las pastelerías de Lisboa podrás encontrar muchos pastéis de nata, que es como se conoce a este tipo de pastel, pero ninguno es equiparable al sabor del auténtico pastéis de Belém, es decir, la variedad que se hornea desde 1837 en el obrador del barrio de Belém, en los números 84-92 de la rúa de Belém. Y es que, amigo viajero, si eres de los que te gusta llevarte souvenirs gastronómicos cuando emprendes el regreso a casa, este es, sin lugar a dudas, el de Lisboa. Y buena prueba de ello son las largas colas que podrás observar a las puertas de esta confitería cercana a la famosa Torre de Belém. Viajeros y locales no pueden resistirse a los encantos de este pastelillo, en apariencia de poca elaboración, pero cuya receta regentan y guardan con gran recelo en esta enorme fábrica y salón de café. Para que te hagas una idea de lo en secretísimo que llevan la receta, te diré que solo 3 cocineros la conocen y se comenta que no les es permitido viajar juntos por si ocurriese una desgracia… ¡No nos podemos permitir el lujo de perder semejante placer para nuestros paladares!

¿Pero quieres saber cómo empezó esta tradición pastelera en Belém? Según se cuenta, los pasteles de Belém tienen su origen en el siglo XIX, cuando los frailes del monasterio de los Jerónimos –vecino a la fábrica–, comenzaron a fabricarlos como modo de vida. Como el monasterio atraía muchos visitantes, los pasteles se hicieron populares y conocidos en toda Lisboa. Y hoy, lejos de ser una pequeña curiosidad de la gastronomía de Lisboa, los pasteles de Belém son toda una institución original de este barrio de la ciudad.

Como te venía diciendo, llevarse una cajita de pastéis de Belém es uno de los souvenirs más recurrentes entre los viajeros y turistas que pasan unos días en Lisboa. Aun así, yo te recomiendo que, si tienes tiempo, además de llevarte unos pastelillos de recuerdo, saborees tu pastéis de Belém en uno de los grandes salones que alberga la fábrica y lo acompañes de un buen café. Te aseguro que la experiencia merece la pena. Calentito, crujiente y recién salido del horno siempre sabe mejor que al cabo de unas horitas y después de haber aguantado un largo viaje. Ahora bien, yo misma he podido comprobar que los auténticos pastéis de Belém siguen estando buenísimos incluso 2 días después de haberlos comprado. No doy fe de si aguantan más de dos días porque, a decir verdad, cuesta lo suyo tenerlos en casa sin hincarles el diente… ¡ni siquiera unas horas! Además, te aseguro que los que te llevas a casa también son fresquísimos. Y es que… ¿Sabías que se llegan a producir hasta 20.000 unidades al día? ¡Y en ocasiones especiales se han llegado a hornear hasta 50.000!

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Sin duda alguna, el mejor souvenir para los amigos y familiares más golosos. Y, por si fuera poco, además de llevarte contigo un pedacito de la Lisboa más dulce, lo harás a un precio más que asequible, ya que cada uno de estos pastelillos cuesta solo 1,05€. Un precio mucho inferior al de algunos imanes y otros souvenirs habituales. Eso sí, mucho más efímero, aunque su recuerdo en nuestros paladares dure para siempre.

Así que ya lo sabes, en tu próxima visita a la capital lusa no olvides pasar por la Antigua Confitería de la rúa de Belém, toda una institución de la repostería lisboeta, y endulzarte el día con un delicioso pastéis de Belém. De los auténticos.