
Tengo recuerdos más o menos inconexos de la primera vez que estuve en Florencia. Era apenas un niño de casi 5 años y mi familia decidió trasladarse al norte de Italia durante una buena época. Y sí, tengo recuerdos. Aunque muchos inducidos por las imágenes estilo Instagram -pero de verdad- que rondan por casa de mis padres hoy día y por algún que otro souvenir que ha subsistido a lo largo de los años -que ya son muchos-. Y precisamente uno de esos souvenirs tiene la imagen del Palazzo Vecchio y una tipografía bien antigua aclara: Firenze. Es curioso, sí. No era el David, el famoso Ponte Vecchio ni el Duomo, sino el Palazzo Vecchio.
Después, en otros viajes, he vuelto a pasear por la Toscana en diferentes ocasiones. No nos engañemos: es una apuesta ganadora. Bien sea solo, en pareja o en familia, viajar por esta zona de Italia siempre te deja buen sabor de boca.

Y más en concreto, Florencia, más allá de ser una visita imprescindible cada cierto periodo en la vida, siempre es un buen lugar desde donde planear y llevar a cabo escapadas a otras ciudades como Siena, Pisa, Lucca, San Gimignano, Monteriggioni, etc. La Toscana es casi inabarcable para una sola vida 😉 Por cierto, un hotel en el que he repetido, céntrico y que me han tratado muy bien: hotel degli Orafi. Está súper céntrico y, aunque sale caro, bien vale la pena para dos días románticos. ¿Una opción más económica? El hotel Bernini Palace, céntrico también. En temporada baja estuve allí por 92€ la noche el año pasado.
Así que hoy, sin más rollo –ya os he pegado uno bueno- me centraré en esa imagen que me persiguió de pequeño: la del Palazzo Vecchio de Florencia.

Curiosamente, el Palazzo Vecchio fue construido a finales del siglo XIII para ser la sede del Ayuntamiento y aún hoy sigue siendo así. Bueno, para ser exactos: medio ayuntamiento, medio museo.
¿Y por qué se llama Palacio Viejo? Este impresionante palacio fue diseñado por Arnolfo di Cambio, pero durante el mandato de Cosme I se reformó por completo de la mano del célebre Giorgio Vasari. Pero luego, en 1550 Cosme decidió mudarse de nuevo. Esta vez, al Palazzo Pitti. Y claro, a partir de ese momento, el palacio adquirió el nombre de Palazzo Vecchio, que significa palacio viejo, por supuesto.
Hoy no quiero contaros todas las obras de arte que encontraréis en la propia Piazza della Signoria donde se encuentra el Palazzo Vecchio ni las del interior -para eso tenéis la audioguía de Florencia Play and Tour– sino que quiero insistiros en que entréis y disfrutéis de sus estancias, de su decoración y de la inmensa cantidad de obras de arte que hay aquí, como la escultura Victoria de Miguel Ángel. Una obra que siempre me ha encantado: inacabada, controvertida… Representa la figura de un anciano aplastado por un hombre joven, seguramente te sonará. Por lo visto, inicialmente, la escultura estaba ideada para ir sobre la tumba del Papa Julio II, pero los herederos de Miguel Ángel la donaron a Cosme I en el año 1565, tras la victoria militar del duque sobre Siena.


La verdad es que el Palazzo Vecchio rebosa arte por los cuatro costados. Quizás la estancia más hermosa sea la Sala dei Gigli, repleta de artesonados dorados y donde destacan los frescos realizados por Ghirlandaio donde están representados una serie de políticos romanos con el emblema de Florencia: el lirio dorado. Espectacular.
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